lunes, 28 de septiembre de 2009

Elly

Elly y yo nos conocimos el primer día de carrera. Yo llegué tarde y casi no había ya sitios libres. Tuve que sentarme a donde pude, y allí a mi lado estaba Elly. Éramos muy distintas -y seguimos siéndolo-, pero el hecho de no conocer a nadie nos unió. Y poco a poco, a pesar que fuímos conociendo a gente mucho más afín, nos hicimos amigas. Cada una con su grupo, pero amigas también nosotras. A día de hoy es una de mis mejores amigas.

Definirla, cuesta. De hecho, definir a todo el mundo con unas pocas palabras, es imposible. A primera vista Elly es pija. En apariencia y en el fondo, es pija. Eso es indudable. Incluso habla como los pijas, de una forma afectada y con una voz muy nasal. Pero incluso a eso se acostumbra uno y lo que al principio era extraño ahora ya ni se nota. Para mí, viste aburrido. De marca, con ropa cara, pero aburrido. Se comporta siempre como "toca", y es raro verla desatada, salvo cuando se pasa con la coca. Porque, como ella dice, "en el entorno en que se mueve" eso es lo normal. Yo no soy de su entorno. Soy una excepción.

Supongo que siempre lo ha tenido todo muy fácil. Tener dinero no asegura la felicidad, pero hace la vida mucho más fácil. Yo creo que Elly no es tan feliz como quiere aparentar, pero siempre ha vendido una apariencia y sigue queriéndola vender. Tiene una apariencia frágil, y la potencia. Se comporta como la niña mimada que siempre ha sido. Hay veces en que creo que no quiere crecer y que "juega" al juego de la pobre niña rica.

Fuí yo quien le presenté a Martín. Y nunca hubiera creído posible que pasaría lo que pasó. Se enamoraron, pese a lo diferentes que son. No sólo por la diferencia de edad, ni porque Martín es un poco bruto y porque, por mucho que se quieran, ni él ni ella van a cambiar. Y se casan el 14 de noviembre. Así, sin convivencia previa ni nada. Porque los padres de Elly no lo ven bien.

Yo, cruzo los dedos.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Rum-rum

Al final ayer hablé con Javier. Me lo llevé a desayunar. Él no quería, pero insistí. Es difícil hablar con él, más que nada porque no escucha. Razonar no es lo suyo tampoco. Me aseguró que él no había dicho nada del fin de semana. Que si la gente dice eso de mí es por mi manera de vestir y porque si tengo este trabajo es que tengo otros méritos que no tienen nada que ver con mi capacidad profesional. Toma ya... Evidentemente, no me lo creo, que él no haya dicho nada. Intuí que lleva muy mal que una mujer más joven que él le “mande”. Y de aquí su actitud gilipollas, siempre a la defensiva y plagada de comentarios que están completamente fuera de lugar. Dejemos de lado que es un auténtico incompetente...

Luego hablé 5 minutos con todo el equipo. Les comenté que me habían llegado los rumores que estaban circulando. Y que, aparte del hecho que había vuelto a trabajar en un bar los fines de semana, no había nada más. Les dije donde estaba el local y, para mí, asunto zanjado. Marta, la administrativa, ha estado allí más de una vez. “Y ni barra americana ni leches”. No tengo intención de dar más importancia al asunto de la que tiene en realidad. Sé que mi empresa es grande, y que seguramente se seguirá hablando y comentando, pero al final el tiempo se encarga de poner a todo el mundo en su sitio. Sólo espero que mis jefes no me llamen al despacho para “preguntar”. Aunque preferiría que me preguntaran a que se añadieran al rum-rum.

--------------------------

Hoy me ha despertado un mensaje al móbil. Era Marc. Y es extraño. Nos vemos de uvas a peras. Y nunca hemos sido de vernos con demasiada frecuencia. Yo sé que está casado y que tiene dos críos. Imagino que tiene alguna aventura más, que debe ser su plan A. Y me da completamente igual. Y él sabe que yo estoy con Marcelo.

Y hoy estoy con Marcelo. Ha venido hace un ratito, con una bolsa de cruasanes recién horneados y el periódico de hoy. Adorable. Hoy no trabaja, y mañana tampoco, y tenemos nuestros planes. Ir a comer una buena paella a la Barceloneta. Pasear cogidos de la mano. Disfrutar de Barcelona, que sólo es Fiesta Mayor una vez al año. Y, sobretodo, estar juntos, que últimamente nos vemos más bien poco.

Conclusión: que se espabile Marc. Si hoy le falla el plan B, que se busque un C.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

En mala hora

Sabía que traería cola, y la cola ya está aquí. En mala hora coincidí con el baboso de Javier el sábado por la noche. Luego dicen que somos las mujeres las que malmetemos, criticamos y demás. Ja. Me río. Vale que a veces somos auténticas brujas para con nosotras mismas, pero os aseguro que Javier está en una categoría bastante por encima.

Cuando he llegado hoy al trabajo he coincidido con Jorge en el ascensor. Jorge es quien ocupaba mi sitio antes de que yo llegara. Y fue él quien, durante dos semanas, me estuvo formando. Estuvimos todas las horas juntos y o nos llevábamos bien o nos matábamos. Cuando entré, él estaba mosca. Yo sabía que se marchaba porque estaba harto, y había conseguido un traslado dentro de misma empresa. Y estaba ya tan harto que no quería formar a nadie. Como que ya ví el percal, hablé con él. Y bien. Nos entendimos muy bien.

Pues eso, que hoy me he encontrado con él en el ascensor.

- Ishtar, ¿tienes 5 minutitos para un café? Me gustaría hablar contigo. Nos vemos a la máquina del piso de arriba, así estaremos más tranquilos.

No sé por qué, pero he intuído qué quería decirme.

- Mira, eso es un poco violento para mí. Yo creo que en su tiempo libre cada uno puede hacer lo que quiera, pero por lo que sé de tí, me han llegado unos rumores un poco raros que no me acaban de cuadrar y creo que tienes que saberlo.
- ¿?
-Lo suelto y ya, ¿eh?: se dice que trabajas por las noches en una barra americana, en top less, y bueno... ya sabes, que aceptas dinero... Que Javier te vió el sábado.

- Javier me vió el sábado, trabajando en el bar de un amigo. Si él, que iba borracho perdido, no recuerda lo que vió y su imaginación le ha hecho una mala jugada...

- Inténtalo atajar. Habla con él muy en serio. Y ármate de paciencia, porque la rumorología está trabajando a gran velocidad. Y no te hundas. Ten por seguro que deben controlar ya tus idas al lavabo por si te drogas o vete a saber...

- Imaginé que algo así sucedería... Gracias por decírmelo.

- Ya ves, no es nada... Por cierto... ¿dónde está ese bar?

Tengo que hablar muy en serio con el imbécil de Javier. Y creo que haré una breve "reunión" con mi equipo de trabajo. Para intentar poner las cosas en claro. Pero estoy algo tocada, la verdad.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Lista del fin de semana

Me gusta hacer listas. Pero es que, además de gustarme, no puedo evitarlo. Llevo siempre encima una libretita con las tapas encuadernadas en piel, que compré en una librería de Praga, y allí lo apunto todo: mis cuentas que no salen, la lista de la compra, los libros que he leído o que quiero leer, las películas que me recomiendan, visitas al médico...

Este fin de semana ha dado mucho de sí. Igual demasiado. Y contarlo bien sería muy largo. Supongo que habrá temas que, como un boomerang, irán y volverán, y se harán hasta repetitivos. Pero, de momento, me apetece hacer una lista. En este fin de semana:

1. Económicamente, he conseguido capear el temporal. El dinero, ya en mi bolsillo, que gané volviendo a trabajar en el bar de Martín me irá genial para afrontar esta última semana de mes con cierta tranquilidad. Que vengan las facturas que tengan que venir. Además, este próximo fin de semana, volveré.

2. Laboralmente (y me refiero a mi trabajo de verdad), me ha ido fatal. El sábado por la noche fue muy tranquilo. Jugaba el Barça, y eso se notó. La gente llegó, pero era ya muy tarde. Y ya es mala suerte, porque con la de bares y sitios de copas que hay en Barcelona, que Javier, junto con su horda de amigotes borrachos de despedida de soltero, decidiera plantificarse en el que yo estaba sirviendo detrás de la barra.

Ya lo comenté: Javier es un compañero de trabajo que no es precisamente santo de mi devoción. Sobrio, ya no lo aguanto. Borracho, balbuceante y mirándome el canalillo... lo aporrearía. Y si encima, hoy, cuando he llegado al trabajo, resulta que ya todo el mundo sabía qué había hecho yo el fin de semana, pues casi que le cosiría la boca.

Es que no me gusta que hablen de mi, y mucho menos que hagan conjeturas sobre cosas que no importan a nadie más que a mí. Hoy soy la comidilla del trabajo. Y eso durará...

3. Sentimentalmente... Marcelo se comportó. Sí que vino -y estuvo tentado de romperle la cara al imbécil de Javier cuando, borracho perdido, intentó que su mano tocara aquello que sus ojos no podían dejar de mirar (no me hubiera importado demasiado, sinceramente)-, pero vino tarde, cuando el Barça había acabado de jugar. Se sentó con sus compañeros del gimnasio en una mesa, y estuvo allí, tranquilito, hasta que decidieron irse a otro sitio. Cuando yo salí, fuí a donde estaban, y muy bien, la verdad. Ese es el Marcelo del que me enamoré, y no el individuo celoso, posesivo y controlador que asoma de vez en cuando. Estuvimos prácticamente todo el domingo en la cama, y no precisamente durmiendo.

4. A pesar que pasan los años, sigo sin entender a qué coño juega Martín. Se casa con Elly en noviembre, y sigue haciendo el gilipollas. Y él sí que tiene una edad.

5. Creo que hablo siempre de los mismos: Marcelo, Martín, Elly... Son personas importantes en mi vida actual. Y creo que se merecen un post cada uno de ellos. Lo pensaré.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Working girl

Si tuviera que definir mi forma de vestir en unas pocas palabra escogería “variada, alegre, desenfadada y poco formal”. No me gustan los uniformes, ni tener que ir vestida comme il faut. Odio profundamente el término working girl. Cuando llego en las revistas de moda al artículo que, mes tras mes, cae invariablemente sobre las nuevas tendencias para las working girls, me lo salto.

No me gustan los trajes chaqueta, ni las faldas azul marino combinadas con un jersey de cuello vuelto blanco, ni los demás colores oscuros y serios que llevan mis compañeras de trabajo (y todas mis amigas oficinistas). Ni los zapatitos salón “cómodos” de medio tacón que llevan también muchas ellas. No me gustar ser –ni parecer- el clon de alguien otro que a la vez también es clon de otro.

Ya tuve mi tiempo de colores oscuros, con chaquetas y blusas anchas, pantalones de pinzas rancios y demás. Por fuerza. Fue una época, sobre mis 19-20 años, en que compraba poquísimo, a un precio carísimo, y que encima parecía que iba de mercadillo. Sólo se me acercaban tíos raros –y bastante mayores que yo-, con ideas aún más raras y creyendo que yo estaría desesperada y les prestaría un poco de atención. Estaba harta de oír el chssst chssst tras mí y de ser la eterna “amiga”.

Casi 3 años después, con casi 30 kilos menos, y con toda esa ropa espantosa en el cubo de basura, volví a entrar en las tallas de Zara, Mango, H&M y demás. Con oscilaciones de 3 o 4 kilos, arriba y abajo, no me he movido.

Antes de eso, ya no me gustaban los uniformes. En mi colegio no teníamos que llevar uniforme, pero sí que había el chándal “oficial”, lila brillante, con el nombre del colegio estampado. Era espantoso. Y yo era la única que no lo llevaba. Me negué. No sólo porque no me gustaba, sino porque también costaba 5.000 pesetas de la época y yo, que me sabía la tabla de multiplicar del dos, deduje que era demasiado caro para la economía familiar: 5.000 x 2 niñas x 2 chándales que nos hacían comprar a cada una = 20.000 pesetas. Una burrada, teniendo en cuenta que hablo de 1985 y las cosas en casa estaban complicadísimas.

Total, que llegué a la conclusión que, generalmente, los uniformes son feos y, encima, caros. Así que no, gracias.

Desde hace unos meses, soy “jefa” de algo. Y tengo a mi cargo a 5 personas. Hace unos días, Elly –una working girl total, para la que “irse de compras” es ir a Massimo Dutti a ver trajes chaqueta que, sinceramente, me parecen todos iguales y la mar de sosainas- me dijo que no debería vestir “así”.

-¿Así?¿Cómo?
- Sí, “así” como tú vas. Ya sabes: vestidos cortos, estampados, escotados. Algunos muy sueltos. Vas muy informal. Y esos pantalones taaaaaaan anchos... Chica, y esos tacones...

Ummm...

Pues yo abro mi armario –mis dos armarios, de hecho- y soy feliz. Hay de todo. Muchos vestidos, largos, cortos, baby doll y otros marcones; faldas; tejanos de todos tipo... Y hace ya tiempo que tiré el único traje chaqueta gris que he comprado en mi vida. Y nunca más volverá a entrar en ellos ninguno más. Y a quien no le guste, que no mire. Y si le pica, que se rasque.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Copas

Al final, puede que esto se acabe arreglando. Por lo menos este mes.

Ayer llamé a Martín y le conté que necesitaba pasta. Y que cómo tenía las noches. "Si quieres, ven hoy mismo". Puede parecer mentira, pero ya no estoy como hace unos años (y no hace tantos), y soy incapaz de trabajar en condiciones hoy si por la noche he salido, o he estado trabajando en el bar. Así que no. Pero empiezo hoy. Y sigo mañana. De 10 a 3 de madrugada. Vuelta a los orígenes, parece.

"Vístete bien, eh? Que últimamente vas más suelta".
Umm. Vale. Ya no me acordaba. Se trata de vender más y para ello tengo que llevar algo bien escotado, con una falda bien corta o un pantalón bien estrecho y unos zapatos que me llaguen hasta el alma. Pero si podía, puedo.

Llamé enseguida a Marcelo y se lo conté. "Pero si necesitas dinero, cuenta conmigo.Pídemelo a mí". Como si él estuviera forrado... "Entonces casi no nos veremos". "Tú y tu maldita autosuficiencia". Me lo imaginaba, que no le gustaría... "Saldré con los del gimnasio y vendremos a verte. Y te esperaré". Yo creo que me gusta menos esto último. Como si fuera una cría aún. Pero discutir por teléfono no me gusta, y tampoco sirve de mucho que le diga que no, cuando sé que es una guerra perdida de antemano y va a ser que sí. Papá Marcelo estará sentado en una mesa, echándome ojeadas, como si quisiera ligar conmigo, cuando lo que hace es esperar que cierre el bar. Y como que irá tomando una copa tras otra, al final quien le va a acompañar a casa seré yo...

Y nosotros nos llamamos adultos...

Por la mañana siguiente, cuando él esté más o menos sobrio, discusión. El mismo guión de siempre, y la misma solución... que no es solución, sólo apaciguamiento.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

A rey muerto, bolso nuevo

Hoy, durante el rato que tengo para comer, he aprovechado para ir a dar una vuelta por el centro. Y, lo que son las cosas, sólo me fijaba en bolsos. Objetivamente -y es suficiente para objetivar abrir cualquiera de las dos cajas llenas de bolsos que hay encima del armario, o ver los 5 o 6 que hay colgados en el recibidor- tengo claro que no necesito ningún bolso. Subjetivamente, creo que tampoco.

Hace ya un tiempo, más o menos desde que estoy con Marcelo, que mi relación con los bolsos se ha normalizado. Antes, tenía una teoría. Y la llevaba a la práctica. Yo creía que con éxito, pero me engañaba a mi misma. Cuando estaba especialmente jodida (especialmente por un desengaño amoroso, o porque llevaba demasiados días seguidos en que estaba triste por lo que fuera, o porque parecía que había pisado mierda), me compraba un bolso.

Inconscientemente, "necesitaba" un bolso nuevo. Daba igual que fuera caro o barato, sólo tenía que gustarme. Cuando lo tenía, cogía el bolso viejo; lo vaciaba; aprovechaba para tirar los miles de papelitos absurdos que habían en él; hacía también limpieza del monedero, y me organizaba el bolso nuevo con lo que aprovechaba del antiguo. Hecho esto, el bolso viejo se iba directo a la basura. Y con él todos los malos rollos, los malos recuerdos y el posible gafe que llevara encima. A rey muerto, bolso nuevo. Más o menos.

Me sugestionaba tanto que creía que me funcionaba. Que Rafa me había engañado, pues daba igual. El engaño al bolso viejo, y a la basura. Y yo, con mi bolso nuevo, y a llenarlo de nuevo. Evidentemente, no funcionaba. Pero con mi recién bolso estrenado yo no me acordaba durante un rato. Supongo que es un poco como esconder la cabeza bajo el ala para no afrontar la realidad. Como cuando se cierra una habitación para no ver que hay dentro por temor a lo que pueda encontrarse.

Desde que empezé a salir con Marcelo, mi relación con los bolsos cambió. Supongo que ya no tenía "excusas" y preferí afrontar la realidad. Las cosas, mejor hablarlas. Que ocultarlas en los múltiples bolsillos de cualquier bolso viejo no garantiza su olvido.

martes, 15 de septiembre de 2009

Marc

Hoy, a media mañana, he recibido un sms de Marc. "¿Nos vemos esta noche?". He dudado. No nos vemos desde antes que empezara el verano y, en cierta medida, yo ya lo tenía relegado al punto aquel de la memoria en que los recuerdos son ya sólo recuerdos. Pero me ha podido la nostalgia, el recordar los buenos momentos -y escasos- que he pasado con él. Porque quedar con Marc es quedar para pasarlo bien, sin malos rollos ni demasiadas conversaciones cargadas. Quedar, cenar y follar, disfrutar como locos. Hasta otro día, si se tercia, y a otra cosa.

Recuerdo el día que le conocí, en septiembre de 2006, hará ya 3 años. Él iba a ser mi nuevo jefe y el día que nos presentaron no pude evitar pensar "vaya tío más gilipollas, creído y prepotente". No me faltó razón. No me gustó demasiado su forma de mirar, demasiado atenta, demasiado acechante, ni su forma de dar la mano. Y tenía razón: el tiempo -y no hicieron falta demasiadas semanas- demostró que ero un déspota, un tirano. Que él sabía que mandaba y las cosas se tenían que hacer "por cojones", porque él lo decía y punto pelota. Ya sé que hay formas de liderazgo y formas de liderazgo, y la suya es ésta. Y le funcionó. Y sigue funcionándole. Porque "de lo suyo", sabe.

Además de pensar que era gilipollas, creído y prepotente... me gustó. Sin ser guapo es indudablemente atractivo, alto, moreno, se cuida... un tiarrón, vaya. De los que me gustan a mí (esos que dan mala vida, de los que es mejor no enamorarse ni colgarse demasiado, y que sirven para pasar una noche, o dos, o tres, o más, pero no para compartir la vida). Pero me guardé mis pensamientos para mí y no me uní al cloqueo general del corral de gallinas que se desató cuando entró a su despacho, ni en el de todos los días. Que yo en el trabajo intento trabajar y ya.

Cuando vi mi nombre entre el de las tres personas que, junto a él, se iban a ir de seminario en Madrid, no me entusiasmó la idea. La temática era de lo "mío", pero 3 días, con sus desayunos, comidas y cenas junto a según que personas no es la idea que yo tengo de pasarlo bien. Pero si hay que ir, se va...

En el avión de ida a Madrid tuve una casi-visión de lo que pasaría. Marc me gustaba, me atraía físicamente una barbaridad. Se me erizaba casi el vello cuando lo tenía al lado y deseaba tocarle. Y me dí cuenta que el deseo era mutuo.

La tarde del segundo día quedé con María, una amiga de los veranos de mi infancia que vive en Madrid. Al volver al hotel, ya tarde, lo ví en Recepción. Y pasó aquello que se ve en las películas malas americanas y que me parece el colmo de la cutrez. Chico invita a chica a copa. Chica, atontada perdida, acepta y se achispa enseguida con el alcohol. Terminé en su habitación, aquella noche y la siguiente. Y con ganas de más, la verdad.

Hicimos una especie de pacto no hablado: aquello no había sucedido, y nadie debía enterarse. Pero llegaron los sms, los encuentros furtivos a la salida del trabajo, nunca demasiado seguidos, y siempre muy discretos. En el trabajo nunca sospecharon nada. Yo cambié de trabajo antes de verano, y con el cambio, que además coincidió con las vacaciones, no habíamos vuelto a vernos.

He dudado, y sigo haciéndolo. No sé si es mejor dejarlo como está y no vernos más. Si no me he "enganchado" a él durante esos años, no lo haré ahora. Vaya, eso creo. Pero lo cierto es que leer su mensaje ha sido capaz de volver a erizarme el vello y me ha hecho sentir una oleada de deseo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Incompetencia

Javier es mi nuevo compañero de trabajo. Y no le soporto. De hecho, Javier es, técnicamente, mi subordinado. Pero yo no participé en su proceso de selección. Entiendo los motivos porque lo escogieron, pero yo me hubiera fijado en alguien con un perfil totalmente distinto. Si lo que quieren es asegurar que la persona escogida, cuando domine el trabajo, se quedará de forma indefinida, más que nada porque no tiene a priori otra titulación que le permita aspirar a más, me parece bien. Pero es que Javier no se entera. Lleva un mes y poco (que sí, que es poco), pero no sabe aún por qué hace lo que hace, es incapaz de verlo como un todo... Lo apunta todo, hasta lo más nimio, pero luego no lo consulta.

Está constantemente preguntadóme. Un rato, vale. Pero 15 veces al día, interrumpiéndome constantemente, me harta. Luego tengo que revisar su trabajo, y la inmensa mayoría de veces tengo que rehacerlo. Si le digo que lo corrija, lo corrige mal. Si le digo que por esta vez, pase, pero que para la siguiente lo haga de otra forma, pues no, lo hace igual. Y creo que ya es desidia. Porque no se fija, ni parece que tenga intención de fijarse.

Lo peor es que no sabe cosas que se presuponen: cómo funciona el word, y el excel y buscar por internet una dirección. Un día se lo explicaré; dos, también; a la tercera tengo la mosca ya tras la oreja. "Ya aprenderá". Joder, igual sí, aprende... pero es que este tipo de cosas ya debería tenerlas aprendidas.

"Es que tiene dos niñas pequeñas". Joder. Ese es el motivo para no echarle. De momento, lo sufro yo.

Bolsillos vacíos

Estamos a 14 de septiembre, ni medio mes, y estoy sin blanca. Bueno, no exactamente... Me quedan 200 euros en la cuenta, con lo cual difícilmente me van a llegar para poder pagar la jodida factura (o facturas, en plural) de lo que sea que me vendrá a final de mes. Morirme hambre no lo haré, pero...

No entiendo por qué cada mes acabo igual. Sí, sé que "compro" demasiado. Que tengo mucha ropa, eso lo veo.Y mucha con la etiqueta aún puesta. Pero cada mes me hago un "planning" con mis ingresos y mis gastos. Evidentemente, el alquiler se lleva una parte importante.Y también tengo como "gasto" la cantidad fija que ahorro cada mes y que traspaso a otra cuenta. Eso es sagrado. Pero, hecho esto, en teoría y sobre el papel aún me queda dinero para "vivir" bien. Y no hay manera. Cada mes igual.

"Manirrota". "Tienes un agujero en la mano"... Todas esas cosas me las ha dicho alguna vez mi abuela. Y vale... a la vista está que tiene razón.

Así que, empezemos:

-Puedo devolver la camiseta de "ET" que me compré en Zara hace unos diez días. Lleva aún la etiqueta y, sinceramente, tampoco me la pondré mucho. Algun fin de semana, con tejanos y zapatillas deportivas, para estar por casa o ir a hacer una vuelta corta. No soy mucho ni de zapatillas deportivas ni de camisetas... y tengo como 30 0 4o, sin exagerar, en perfecto estado. 13,95 € que recupero.

-También puedo devolver el chaleco con tachuelas, también de Zara. Da igual que vuelvan los 80, que las tachuelas sean "lo más" del otoño... Sé que me lo pondré poco, aún tiene la etiqueta y serían 25,95 € que recuperaría. Además, tengo otros chalecos.

- Mis otras compras del mes, ya no puedo devolverlas. Todas, salvo una chaqueta verde, las he estrenado ya...

-Este mes se ha acabado el salir por salir. Dentro de dos fines de semanas tengo la despedida de soltera de Ely... y paso. No me apetece, ni me apetecía, ir de "convivencias". Además, visto está que no puedo permitirme gastarme los 150 € que cuesta. No estoy por despedidas, pero tampoco por salir a cenar entre semana, ni hacer una cervecita y acabar tapeando, y todo por vagancia de cocinar.

-Igual debería llamar a Martín... a ver si me quiere para hacer "extras" los fines de semana. Pero volver a servir copas me retrae. Lo he hecho durante muchos años, como algo a más a más, y lo dejé porque estaba harta y quería tener los fines de semana, y sobre todo sus noches, para mí. Y volver... no sé... pero el dinero iría genial.

Es todo bastante deprimente, la verdad... Es lunes, luce el sol, hoy no trabajo y estoy sin un duro... Como casi siempre desde que me fuí a vivir sola, por otro lado. Pero aunque debería estar ya acostumbrada a ello, no me gusta vivir así. Se podría arreglar si dejara de vivir en Barcelona, pero hay cosas que me tiran demasiado. Y no quiero.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Empezar

Todo es empezar. Y hoy empiezo yo este blog. Cada vez más necesito escribir más lo que pienso, lo que siento... y, sobretodo, contar más sobre mi día a día... Igual nadie me entiende... También puede ser que nadie me lea... pero yo ya me entiendo.

Quiero ser otra de "ésas" que escriben sobre su vida. Sí... MI vida. Como cuando era pequeña y empezaba una y otra vez un diario personal que, irremediablemente, acababa en manos de mi hermana pequeña o, peor aún, en las de mi madre. En mi casa, aquello de la intimidad personal no se llevó nunca demasiado bien.

Qué contar de mí? Es extraño eso de presentarme... mi intención es que me lea alguien, aunque escribir sólo para mí tampoco va a estar mal del todo. Igual sirve para hacer presentes mis demonios... que los tengo.

Para empezar sólo unas pocas cosas:

- Vivo en Barcelona. Sola.
- Tengo pareja estable, aunque le soy infiel. Y no, no me siento culpable. ¿Debería?
- Tengo un buen trabajo. También estable, al que la crisis no le afecta. De momento.
- Tengo una capacidad innata para complicarme la vida. Y el mérito es mío y sólo mío. No sé... me sale natural eso de complicarme la vida sin ayuda de nadie.
- Tengo poca paciencia. Lo quiero todo y lo quiero ya.
- A pesar de todo eso... acostumbro a caer bien a la gente. Y la gente acostumbra a caerme bien. Hay excepciones, claro.
- Siempre me han dicho que soy "lista e inteligente".
- Soy "rápida". En muchas cosas. Supongo que es consecuencia de mi impaciencia.
- Me sobran kilos. Ha habido épocas en que me han sobrado más. Ahora no tantos... pero siguen allí. De momento, y desde hace ya unos 4 o 5 años, consigo entrar en los pantalones de Mango...lo que es una buena señal. Estoy en el "mundo".
- Soy irónica por naturaleza, aunque intento controlarlo. Siempre recuerdo una frase que leí hace mucho: "la ironía es la defensa de débiles". No estoy de acuerdo, pero sólo utilizo la ironía con quien también sabe utilizarla.

Como carta de presentación no está mal. Sólo faltaría añadir que soy mujer, bastante contradictoria y con tendencia a la confusión ajena. Hay días en que no me aclaro ni yo.

Mañana, más.