viernes, 18 de septiembre de 2009

Copas

Al final, puede que esto se acabe arreglando. Por lo menos este mes.

Ayer llamé a Martín y le conté que necesitaba pasta. Y que cómo tenía las noches. "Si quieres, ven hoy mismo". Puede parecer mentira, pero ya no estoy como hace unos años (y no hace tantos), y soy incapaz de trabajar en condiciones hoy si por la noche he salido, o he estado trabajando en el bar. Así que no. Pero empiezo hoy. Y sigo mañana. De 10 a 3 de madrugada. Vuelta a los orígenes, parece.

"Vístete bien, eh? Que últimamente vas más suelta".
Umm. Vale. Ya no me acordaba. Se trata de vender más y para ello tengo que llevar algo bien escotado, con una falda bien corta o un pantalón bien estrecho y unos zapatos que me llaguen hasta el alma. Pero si podía, puedo.

Llamé enseguida a Marcelo y se lo conté. "Pero si necesitas dinero, cuenta conmigo.Pídemelo a mí". Como si él estuviera forrado... "Entonces casi no nos veremos". "Tú y tu maldita autosuficiencia". Me lo imaginaba, que no le gustaría... "Saldré con los del gimnasio y vendremos a verte. Y te esperaré". Yo creo que me gusta menos esto último. Como si fuera una cría aún. Pero discutir por teléfono no me gusta, y tampoco sirve de mucho que le diga que no, cuando sé que es una guerra perdida de antemano y va a ser que sí. Papá Marcelo estará sentado en una mesa, echándome ojeadas, como si quisiera ligar conmigo, cuando lo que hace es esperar que cierre el bar. Y como que irá tomando una copa tras otra, al final quien le va a acompañar a casa seré yo...

Y nosotros nos llamamos adultos...

Por la mañana siguiente, cuando él esté más o menos sobrio, discusión. El mismo guión de siempre, y la misma solución... que no es solución, sólo apaciguamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario