Hoy, durante el rato que tengo para comer, he aprovechado para ir a dar una vuelta por el centro. Y, lo que son las cosas, sólo me fijaba en bolsos. Objetivamente -y es suficiente para objetivar abrir cualquiera de las dos cajas llenas de bolsos que hay encima del armario, o ver los 5 o 6 que hay colgados en el recibidor- tengo claro que no necesito ningún bolso. Subjetivamente, creo que tampoco.
Hace ya un tiempo, más o menos desde que estoy con Marcelo, que mi relación con los bolsos se ha normalizado. Antes, tenía una teoría. Y la llevaba a la práctica. Yo creía que con éxito, pero me engañaba a mi misma. Cuando estaba especialmente jodida (especialmente por un desengaño amoroso, o porque llevaba demasiados días seguidos en que estaba triste por lo que fuera, o porque parecía que había pisado mierda), me compraba un bolso.
Inconscientemente, "necesitaba" un bolso nuevo. Daba igual que fuera caro o barato, sólo tenía que gustarme. Cuando lo tenía, cogía el bolso viejo; lo vaciaba; aprovechaba para tirar los miles de papelitos absurdos que habían en él; hacía también limpieza del monedero, y me organizaba el bolso nuevo con lo que aprovechaba del antiguo. Hecho esto, el bolso viejo se iba directo a la basura. Y con él todos los malos rollos, los malos recuerdos y el posible gafe que llevara encima. A rey muerto, bolso nuevo. Más o menos.
Me sugestionaba tanto que creía que me funcionaba. Que Rafa me había engañado, pues daba igual. El engaño al bolso viejo, y a la basura. Y yo, con mi bolso nuevo, y a llenarlo de nuevo. Evidentemente, no funcionaba. Pero con mi recién bolso estrenado yo no me acordaba durante un rato. Supongo que es un poco como esconder la cabeza bajo el ala para no afrontar la realidad. Como cuando se cierra una habitación para no ver que hay dentro por temor a lo que pueda encontrarse.
Desde que empezé a salir con Marcelo, mi relación con los bolsos cambió. Supongo que ya no tenía "excusas" y preferí afrontar la realidad. Las cosas, mejor hablarlas. Que ocultarlas en los múltiples bolsillos de cualquier bolso viejo no garantiza su olvido.
Hace ya un tiempo, más o menos desde que estoy con Marcelo, que mi relación con los bolsos se ha normalizado. Antes, tenía una teoría. Y la llevaba a la práctica. Yo creía que con éxito, pero me engañaba a mi misma. Cuando estaba especialmente jodida (especialmente por un desengaño amoroso, o porque llevaba demasiados días seguidos en que estaba triste por lo que fuera, o porque parecía que había pisado mierda), me compraba un bolso.
Inconscientemente, "necesitaba" un bolso nuevo. Daba igual que fuera caro o barato, sólo tenía que gustarme. Cuando lo tenía, cogía el bolso viejo; lo vaciaba; aprovechaba para tirar los miles de papelitos absurdos que habían en él; hacía también limpieza del monedero, y me organizaba el bolso nuevo con lo que aprovechaba del antiguo. Hecho esto, el bolso viejo se iba directo a la basura. Y con él todos los malos rollos, los malos recuerdos y el posible gafe que llevara encima. A rey muerto, bolso nuevo. Más o menos.
Me sugestionaba tanto que creía que me funcionaba. Que Rafa me había engañado, pues daba igual. El engaño al bolso viejo, y a la basura. Y yo, con mi bolso nuevo, y a llenarlo de nuevo. Evidentemente, no funcionaba. Pero con mi recién bolso estrenado yo no me acordaba durante un rato. Supongo que es un poco como esconder la cabeza bajo el ala para no afrontar la realidad. Como cuando se cierra una habitación para no ver que hay dentro por temor a lo que pueda encontrarse.
Desde que empezé a salir con Marcelo, mi relación con los bolsos cambió. Supongo que ya no tenía "excusas" y preferí afrontar la realidad. Las cosas, mejor hablarlas. Que ocultarlas en los múltiples bolsillos de cualquier bolso viejo no garantiza su olvido.

Yo creo que mi vena rata no me permitiría tirar un bolso detrás de otro por un fracaso amoroso, dicho lo cual diré que me parece estupendo chica, que la vida son dos días y que todo lo que hagamos por "sobrevivir" lo más dignamente posible bien hecho está y si no, cómo yo digo siempre: por que yo lo valgo!
ResponderEliminarSiempre, pero siempre hay lugar para un bolso más. Lo mismo ocurre con los zapatos!
ResponderEliminarBueno cada uno usamos una terapia para expulsar a los fantasmas. Lo tuyo son los bolsos?? pues oye cosas peores hay ;)
ResponderEliminarEso si, ir a la hora de la comida al centro comercial, es lo peorrrrrrrrr, sales de alli con algo, seguro seguro.
Besos.
Chelo:Sólo lo hacía de vez en cuando, cuando peor estaba... Cada día, no!!!
ResponderEliminarSolitaria: eres de las mías... siempre hay sitio, aunque casi no se quepa!
Sandra: sí que hay cosas peores, sí...
Durante la hora de la comida intento hacer sólo "fichajes". Que si vuelvo con bolsas me "miran mal". :)